(Extraído de blog.elcorreo.com/magonia)
por Luis Alfonso Gámez
Una hora hemos estado reunidos hoy Fermín Apezteguia, especialista en información sanitaria de El Correo y vecino de Pasamos Consulta, y yo con una portavoz de Laboratorios Boiron, Cristina Mendizábal, y dos médicos homeópatas, María Ángeles Municio y Guillermo Basauri. Han venido al periódico a presentarnos los resultados del Primer estudio sobre conocimiento y uso de homeopatía hecho en España por la multinacional francesa y, sobre todo, a pedirnos una mayor sensibilidad hacia su práctica y que consideremos todas las pruebas que hay a su favor. Da la casualidad de que Municio es la médico a la que la semana pasada, en la entrega de los Coloquios Escépticos dedicada a la homeopatía y protagonizada por Fernando L. Frías, ofrecí 6.000 euros si demostraba que esa pseudoterapia funciona más allá del placebo.
El sondeo sociológico de Boiron está basado en 3.344 entrevistas. Revela, entre otras cosas, que cerca de un tercio de los españoles ha usado alguna vez homeopatía; que al 90% de la población le suena la palabra homeopatía y que, ¡agárrense!, el 75% de los consultados la asocia con un tratamiento médico natural. Es decir, que la homeopatía, siendo tan artificial como es, se apropia de esa falsa buena imagen popular de lo natural. Los resultados del estudio son interesantes porque, a mi juicio, demuestran que queda mucho por hacer en el campo educativo: así, el 55% de los conocedores de esta práctica (2.024 individuos) cree que los tratamientos homeopáticos son preventivos; el 53%, que funcionan; el 48%, que están indicados para “cualquier tipo de enfermedad”; y el 39%, que no tienen efectos secundarios. Éstas son algunas pinceladas del sondeo, que pueden consultar en la web de Boiron. Pero lo importante no son para mí los resultados del estudio, sino el diálogo que hemos mantenido en torno a la efectividad de la homeopatía.
Lo que dice la ciencia
Había dos visiones opuestas alrededor de la mesa: nuestros visitantes defendían que la homeopatía funciona más allá del placebo; Fermín y yo, que todas las pruebas acumuladas demuestran lo contrario. No he podido evitar recordar a nuestros interlocutores los resultados del metaanálisis publicado el 27 de agosto de 2005 por la The Lancet, según el cual la efectividad de esta práctica se basa únicamente en el efecto placebo, y cómo esa prestigiosa revista médica sentenciaba en su editorial que había llegado el momento de dejar de perder tiempo y dinero en más estudios para validarla: “Ahora, los médicos tienen que ser valientes y honestos con sus pacientes acerca de la ausencia de beneficios de la homeopatía, y consigo mismos acerca de los fallos de la medicina moderna a la hora de cubrir la necesidad del paciente de atención personalizada”.
Además, les he recordado el informe del Comité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Comunes que urgió en febrero de 2010 al Servicio Nacional de Salud (NHS) a que no financie la homeopatía, por considerar que “no existe ninguna prueba de que funcione más allá del placebo”, y que, por la misma razón, la Asociación Médica Británica (BMA) acordó en junio del año pasado exigir al NHS que deje de financiar los remedios y cuatro hospitales homeopáticos. Por último, he añadido que Edzard Ernst, primer catedrático de Medicina Complementaria del mundo, sostiene que la homeopatía es un timo. Mi compañero les ha comentado que nuestra primera obligación como periodistas es ofrecer información fiable a nuestros lectores y, por ello, no podemos dar crédito a terapias “no avaladas científicamente”.
Municio, pediatra, y Basauri, médico y profesor del Centro de Enseñanza y Desarrollo de la Homeopatía (CEDH), han basado su argumentación en que los pacientes dicen que la homeopatía funciona -les he indicado que también la Power balance y otros amuletos funcionan- y en que hay multitud de estudios que así lo demuestran. La réplica por nuestra parte a esta segunda afirmación ha sido que todos los estudios que conocemos, así como el consenso científico, apuntan al placebo como origen del éxito del invento de Samuel Hahnemann.
Homeopatía cuántica
Basauri ha lamentado, además, que a la homeopatía se la mida con diferente rasero que a otras terapias y se la desacredite por “cada tratamiento particular fallido”. El problema, he respondido, es que las bases de la homeopatía van contra lo que sabemos de química y fisiología, y que no hay ningún mecanismo por el que una sustancia diluida infinitesimalmente hasta que no queda una molécula pueda tener efecto alguno. La respuesta de mi interlocutor ha superado mi capacidad de asombro. Yo me esperaba que hablara de la memoria del agua o algo así; pero Basauri ha ido mucho más lejos.
“No tenemos la última respuesta de cómo funciona la homeopatía; pero sí sabemos cómo no: a través de los mecanismos clásicos de molécula-receptor. Los que decís que la homeopatía no es científica os apoyáis en conceptos y argumentos del siglo XIX. Hoy, la ciencia que explica cómo funciona el Universo es la física cuántica”. Entonces, le he preguntado: “¿Me estás diciendo que los mecanismos de la homeopatía se encuentran en la física cuántica?”. “¡Claro!”, me ha respondido. En ese momento, he tirado mentalmente la toalla y me he acordado del manopuntor coreano y de la reikióloga que, en el episodio de Escépticos sobre terapias alternativas, decían detectar una energía indetectable todavía para la ciencia porque no estamos lo suficientemente adelantados. La de Basauri es la justificación perfecta. Pero ya lo decía hace unos días Juan Ignacio Cirac: “La física cuántica no puede servir para venderlo todo ni explicar ocurrencias”.
La conversación ha terminado como ha empezado: cordialmente y con cada uno en su sitio. Mendizábal, Municio y Basauri nos han preguntado si estaríamos dispuestos a cambiar de opinión a partir de pruebas. Les hemos dicho que sí y han quedado en enviarnos estudios que apoyan su punto de vista, a lo que hemos puesto dos condiciones: que estén publicados en revistas de prestigio con revisión por pares y que los someteremos al escrutinio de científicos de nuestra confianza antes de escribir nada.
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