(Extraído de homeopatiaunicista.org)
La enfermedad tiene tres orígenes diferentes:
1.- Alteración de la salud por predisposición genética.
2.- Alteración de la fuerza vital por emociones y pensamientos.
3.- Alteración del organismo y salud por factores ambientales; toxicidad, una desequilibrada alimentación y otros desencadenantes.
Samuel Hahnneman, el fundador de la Homeopatía, definió el origen de la enfermedad de esa manera.
Se entiende que la genética y el ambiente determinan la enfermedad, por lo que puede ser de origen genético y/o heredado, o bien adquirida por factores externos que agreden, al organismo, mente y sentimientos. Así se originan emociones negativas, o bien el organismo enferma en una mayoría de veces afectando a los órganos nobles del cuerpo, pues no está fragmentado, tal como lo ve la farmacología, sino que es una totalidad interconectada.
Concretos sentimientos permanentes y otros factores pueden desencadenar las enfermedades psicosomáticas.
En ocasiones, si hay una predisposición genética pero no hay un factor externo o ambiental de agresión, la enfermedad no se origina, y es cierto también que los genes determinan el origen o presencia de una enfermedad concreta sin que al parecer nada haya agredido o afectado externamente al organismo.
El debilitamiento final del organismo y mente en su vejez, hace que la persona sucumba, al ser tan vulnerable, a las enfermedades de predisposición genética.
Cuando se nace con poca salud, poca vitalidad, un sistema inmunológico débil, el organismo está en una condición vulnerable a las enfermedades que por predisposición tiene cada persona. La personalidad, la personalidad homeopática individual es innata, no heredada, (las personalidades estructurales no se heredan de padres a hijos, pero sí algunos rasgos o aspectos) y permanece con sus características más sobresalientes, como una estructura básica de fondo, durante toda la vida. La persona a lo largo de la vida puede conformar y modelar su personalidad, creciendo o disminuyendo, añadiendo o quitando, unas veces lo hacen las circunstancias o vivencias y otras, la propia voluntad, la decisión, movida por la experiencia y el conocimiento.
La Homeopatía Unicista, al fortalecer la poca vitalidad con la que se nació y al fortalecer el sistema inmunológico, cambia la dirección genética de la persona previniendo y curando las enfermedades. Es por eso que en muchas familias, en las que sus miembros son tratados con Homeopatía Unicista, padecen pocas enfermedades crónicas o agudas y viven largos años, teniendo una vejez saludable.
El origen de la enfermedad siempre es en el interior de la persona y los procesos observados por el microscopio en las células, tejidos y sistemas internos visibles, no son muchas veces la explicación de lo que origina la enfermedad. Son una consecuencia o resultado de procesos o desequilibrios internos complejos e invisibles. El origen y desarrollo de patologías pueden ser en un caso, una tendencia genética desencadenada por una alimentación desequilibrada, o agentes como el tabaco y el alcohol.
Por otro lado pensamientos concretos obsesivos, recurrentes, o lo que personas dedicen poner en su mente, alteran el espíritu o fuerza vital de la persona. Así como los pensamientos positivos, edificantes, la esperanza o ilusión estimulan el espíritu, es cierto también y de forma recíproca, que la mente es impulsada por la fuerza vital. Si la mente está mal, altera la energía vital y si la fuerza vital o espíritu, por ejemplo, un espíritu herido, están mal, alteran la mente.
Un organismo enfermo también afecta a la mente y debilita la vitalidad o energía. Una fuerza vital alterada por exceso o defecto enferma a la persona. En hipotensión e hipotiroidismo puede haber debilidad y carencia, y un exceso en hipertensión e hipertiroidismo.
La Homeopatía Unicista estimula la fuerza vital o espíritu del paciente, es una fuerza inteligente, extremadamente compleja que genera pensamientos positivos y elimina otros negativos o preocupantes. Produce bienestar físico general y particular, contentamiento, ilusión, gozo y satisfacción cuando hay carencia de ellos o los aumenta. La fuerza vital invisible, como si de electricidad se tratara, llega hasta células, órganos, tejidos y sistemas.
Las penas, el desengaño amoroso, la tensión, la irritación persistente y prolongada a niveles elevados de una persona cercana, el desprecio, contínuos reproches, sustos importantes, el miedo, la soledad, alteran el espíritu de la persona. Entonces puede enfermar de forma permanente, originándose las enfermedades emocionales, mentales y físicas.
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