(Extraído de gualbertodiaz.wordpress.com)
Me parece bien que, al hablar de medicina, hablemos de investigación. Me parecería mejor que, además, habláramos de incertidumbre, de toma compartida de decisiones con el paciente, de experiencia, de ética…
Se ha difundo la noticia de que una revisión de estudios en homeopatía muestra que, con la selección elegida de estudios considerados más relevantes (muchos no comparten los criterios escogidos), no demuestra ser lo suficientemente eficaz para tenerla en cuenta. Si eso bastara para rechazarla, habría que rechazar también la mitad de los tratamientos que se usan en la consulta rutinaria, a la vista de los resultados de las revisiones realizadas (Clinical Evidence, Cochrane). Del mismo modo, el 60% de los pediatras españoles prescribe fuera de ficha técnica, es decir sin la oportuna indicación (Piñeiro 2014), así que… ¿Reducimos los vademecum a la mitad sacando todos los medicamentos “dudosos”? ¿Tomamos medidas disciplinarias contra la mitad de los pediatras españoles?
Hay que entender que no es lo mismo “no encontrar” que “encontrar que no”, en particular cuando se sospecha que no se ha investigado lo suficiente o de la manera adecuada. Los médicos, y sobre todo los de atención primaria, tenemos la necesidad y el deber de aprender a trabajar con cierto grado de incertidumbre, apoyándonos en la experiencia y en la toma de decisiones compartida con el paciente (Prados 2006), que es lo que recomienda la renombrada Medicina Basada en la Evidencia (MBE, Sackett 1996).
Por otro lado, observo que habitualmente se contrapone el éxito de un fármaco o una estrategia terapéutica al éxito mayor o más demostrado de otro fármaco o intervención. Sin embargo, esa actitud está alejada de la práctica habitual (en medicina y en la vida) que es la de sumar estrategias independientemente del éxito relativo de cada una, cuando no entren en conflicto (lo que puede ocurrir entre dos fármacos), para conseguir efectos que se suman o, aún mejor, que sean sinérgicos (efecto total mayor que el de la suma de cada uno) para ofrecer al paciente las mayores posibilidades de curación o mejoría. Es así cuando recomendamos hábitos de higiene, nutricionales, y por supuesto terapias complementarias: Es entonces cuando hablamos de “Medicina Integrativa”.
Demostrar estas ventajas no se sitúa en el ámbito de los ensayos clínicos y las revisiones de éstos (son poco válidos en intervenciones o sistemas complejos) sino en el de los estudios observacionales y epidemiológicos, y algunos ejemplos en relación con la incorporación de la homeopatía a la práctica clínica serían, por ejemplo:
# Menor consumo de fármacos que frecuentemente presentan efectos adversos, como los Antiinflamatorios (OR 0,54; n=1153, p<0,05), Antidepresivos (RR 0,45; n=842, p<0,05), Ansiolíticos (RR 0,44; n=842, p<0,05) o Antibióticos (OR 0,43; n=655, p>0,05)
# Desbloquear pacientes con problemas “difíciles”, en los que no se consiguen mejorías o aparecen efectos adversos intolerables. Según un estudio de Sharples de 2003 (n=499) del Hospital Real de Londres para la Medicina Integrativa, estos pacientes pueden mejorar con homeopatía (81%, n=405), incluso después 5 años de cronicidad (63%), y reduciendo los medicamentos convencionales (32%, n=262) o prescindiendo (29%) de ellos. Estos resultados y su repercusión en costes han sido reproducidos en otros estudios, por ejemplo en la Toscana (Italia) donde se ha instaurado un programa público de medicina integrativa bajo la dirección del Dr. Elio Rossi.
Para quien no quiera ver o creer estos argumentos, aún hay que considerar elaspecto ético en las recomendaciones sobre las medicinas complementarias por parte de quien no las conoce o maneja. Las recomendaciones aceptadas para ayudar adecuadamente a los pacientes a tomar decisiones sobre el uso de la medicina complementaria pasan por realizar primero una revisión de seguridad. Cuando la intervención se considera segura (es el caso de los medicamentos homeopáticos), los médicos deben recomendarla cuando las evidencias lo justifiquen, recomendar su abandono cuando haya pruebas concluyentes de su ineficacia, y aceptar la decisión del paciente de utilizarla cuando no haya evidencia o no ésta no sea concluyente.
Finalmente, y apoyándome en todo lo dicho, una sugerencia que se ha puesto en boca de Albert Einstein:
“Los que dicen que es imposible, no deberían molestar a los que lo están haciendo”
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