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Andrés Guerrero Serrano
-Homeópata-

miércoles, 31 de julio de 2013

Ciencia, homeopatía y universidad, por Chaime Marcuello Servós, profesor de la Universidad de Zaragoza

(Extraído de prensa.unizar.es)

La enseñanza de la Homeopatía en la Universidad de Zaragoza ha abierto una polémica en la que una cierta concepción de la ciencia, dogmática y carente de autocrítica, quiere reservarse el papel de inquisidor

«El realismo materialista de Bunge cae en el “espejismo de la ciencia”. Bunge ha conseguido una serie de acólitos que cargan contra otras formas de conocimiento». En un discurso pronunciado en 1918, en la Sociedad Física de Berlín, decía Albert Einstein que «en el templo de la ciencia hay muchos tabernáculos y muy distintos entre sí son». Se puede seguir leyendo su
argumento sobre como «el hombre intenta crear para sí mismo,del modo que más le convenga, una imagen del mundo simplificada e inteligible» y ver la posición que asigna a la imagen que elaboran los físicos teóricos. Para él, obviamente, «esa imagen exige el nivel más alto posible de precisión y rigor en la descripción de las relaciones,un rigor que sólo el lenguaje matemático
puede brindar».
No se trata aquí de seguir desmenuzando aquellas palabras de hace casi un siglo, pero sí cabe retomar dos de las ideas planteadas. La primera: aunque Einstein quisiera verlo, no existe ese templo como una construcción bien diseñada, equilibrada y completa. No hay una ‘Ciencia’, no existe como una totalidad omni abarcante y abarcable; menos aún, en nuestro tiempo. Lo
que encontramos son distintos ámbitos donde se van construyendo, entre unos y otros –esto es, intersubjetivamente– aproximaciones que intentan explicar trozos del mundo en el que vivimos. Lo que en todo caso existe es un conjunto de saberes que se dicen a sí mismos científicos: una ciencia a modo de ‘patchwork’, de mosaico de telas mal cosidas entre sí, caracterizada por la hiperespecialización y la falta de unidad.
La segunda: aunque Einstein no lo dice de este modo, el quehacer científico es una construcción social donde hay una jerarquía implícita, una supuesta primacía de saberes instituidos y un sistema de poder sostenido en un credo dominante. Responde a pautas de dominación
y de intereses que no sólo corresponden con la calidad del conocimiento producido. Hoy se da
una inercia ‘a-crítica’ que, bajo capa de alternativa racional, expulsa la pieza clave del sistema: la curiosidad y la sospecha.
Si se mira de cerca cómo funcionan los «tabernáculos» de las ciencias, la pregunta, la duda y el escepticismo sólo se puede predicar de lo que no forma parte del credo científico ortodoxo. La curiosidad por otras formas de conocimiento se tilda de estúpida,de irracional o de lo peor, de pseudociencia.
Uno de los grandes referentes en el uso y extensión de este calificativo es Mario Bunge. Posiblemente,una de las más destacadas figuras de la filosofía de la ciencia, con una larga vida
y amplísima literatura. Impresionante, sí, pero con unas cuantas obsesiones que es incapaz de cuestionar con la misma exactitud con la que él descalifica lo que no encaja en su perspectiva particular del mundo. Su credo personal da por supuesto que existe el ‘método científico’ y no soporta el constructivismo que su colega Rolando García tan acertadamente desarrolló. El realismo materialista de Bunge cae en el «espejismo de la ciencia» que Ruperto Sheldrake desnuda en su último libro. Bunge ha conseguido una serie de acólitos que se encargan de
cargar contra otras formas de conocimiento y contra cualquier fe que no sea la suya. Estos lo hacen para salvarnos a los demás de la superchería y de la incultura.
La homeopatía, la astrología, la acupuntura o cualquier otra forma de conocimiento heterodoxa y no soportada por su materialismo realista les resultan abominaciones que han de extirparse y erradicarse de la senda de la verdad; por supuesto, la suya.Cualquier universidad o institución académica seria a la que se le ocurra salirse de esos cánones inmediatamente debe pasar por
el tribunal de su inquisición.
Psicoanálisis, hermenéutica, superstición, religión, magia, etc., caen en el mismo saco.
Los títulos oficiales en cualquier pseudociencia son una aberración. ¿Ha de ser así? ¿Tienen razón estos profetas? Creo que no, al contrario, su forma de ver el mundo, etnocéntrica, dogmática y poco dada a la autocrítica, no puede ser la piedra angular sobre la que vertebrar nuestra universidad.
En esta batalla contra los pseudocientíficos infiltrados en la universidad de Zaragoza, quizá
debamos introducir algo más de rigor, humor y curiosidad.

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